miércoles, 26 de agosto de 2009

EVANGELIO DEL DÍA


Mateo 23, 27-32

¡Ay de ustedes, escribas y fariceos hipócritas, que parecen sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero por dentro llenos de huesos de muertso y de podredumbre! Asi también son ustedes: por fuera parecen justos delante de los hombres, pero por dentro están llenos de hiocresia y de iniquidad.
¡Ay de ustedes, escribas y fariceos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan las tumbas de los justos, diciendo: ¨Si hubieraos vivido en el tiempo de nuestros padres, no nos hubieramos unidos para derramar la sangre de los profetas¨! De esa manera atestiguan contra ustedes mismos que son hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmen entonces la medida de sus padres!

Reflexión

Un periodista escribió que admiraba la belleza de la Madre Teresa de Calcuta. ¿Qué belleza? ¡Si era una viejecita llena de arrugas, vestida igual que la gente humilde de la India, y con unas pobres sandalias en los pies! Seguro que el periodista hablaba de la belleza interior, que pasa más desapercibida, pero es mucho más hermosa. Es una lástima que Jesús tuviera que decirles esas palabras tan fuertes a los fariseos. De hecho, Jesús acogía a los pecadores. Pero la hipocresía le ponía de mal humor. Es peor aparentar la bondad que ser malo. Porque del malvado nos podemos proteger, pero del otro... se nos cuela y nos engaña. Hay que llegar a transparentar lo que en realidad somos. Eso nos quita muchos dolores de cabeza. No es necesario esconderse en un coche de lujo para que los otros no descubran que somos gente sencilla. Ni tampoco presumir de las propias cualidades si no somos capaces de ponerlas al servicio de los demás. La hipocresía también es una mentira de cara a Dios, porque Él nos ve tal como somos. A El no le podemos engañar. Y si somos poca cosa, ¿qué importa? Dios nos quiere así.

Autor: P. Clemente González
Fuente: Catholic.net

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